sábado, 17 de septiembre de 2016

El saco de plumas (o el daño irreparable de la calumnia)

Cuando la calumnia te toca de cerca es sencillamente devastadora. Alguna que otra vez lo he sufrido en primera persona, aunque en el momento presente no soy yo quien la sufre (que yo sepa...) pero sí una persona muy cercana a mi a quien va dedicado este post.

Es cierto que la mentira tiene las patas muy cortas y que tarde o temprano el tiempo pone a cada uno en su sitio. Pero no es menos cierto tampoco que basta un bulo, una invención y dar rienda suelta a la imaginación para que el afectado sufra en sus carnes el desasosiego que produce saber que tu prestigio está siendo mancillado y que no te puedes defender si no es a base de la honradez y la coherencia de vida.

A propósito de ello os dejo hoy este cuento que viene como anillo al dedo:

"Había una vez un hombre que calumnió grandemente a un amigo suyo, haciéndolo por la envidia que le tenía al ver el éxito que había alcanzado. Se inventó toda suerte de mentiras para desprestigiarlo, contándolas a grandes voces por las plazas del pueblo y poniendo carteles anónimos para difamarlo.

Tiempo después se arrepintió de la ruina que trajo con sus calumnias a ese amigo, por lo que decidió ir a pedir consejo a un hombre muy sabio a quien le dijo: 

"He calumniado a un amigo pero estoy arrepentido. Quiero arreglar todo el mal que le hice a mi amigo. ¿Cómo puedo hacerlo?", a lo que el sabio respondió: "Es sencillo. Solo tienes que hacer dos cosas. La primera de ellas es tomar un saco lleno de plumas ligeras y pequeñas y soltarlas al aire en una jornada de ventisca. Cuando lo hayas hecho, vuelve a por la segunda instrucción". 

El hombre se fue muy contento por la tarea tan fácil que el sabio le había encargado. Compró un montón de plumas y llenó un saco. Esperó a que las condiciones climatológicas fueran las oportunas, tomó el saco lleno de plumas y las soltó para que el viento se las llevara bien lejos. Con esto pensó que parte del daño estaba reparado. "Son como las calumnias que he dicho, que se las habrá llevado el viento", se dijo. "Me siento mejor y más tranquilo", pensó.

Volvió entonces donde el sabio y le dijo: "Ya he terminado la primera parte de la tarea, la segunda no será tan sencilla, ¿verdad...?

A lo que el sabio contestó: "Efectivamente esa era solo la parte más fácil. Ahora debes volver a llenar el saco con las mismas plumas que soltaste. Sal a la calle, búscalas y me las traes todas".
Entonces el hombre se sintió muy triste, pues sabía que lo que el sabio le pedía ahora era imposible de cumplir ya que no podría encontrar casi ninguna de las plumas lanzadas al aire. 

Al comprobar su tristeza y que el hombre no se movía de su sitio, el sabio le dijo: 
"Así como no podrás juntar de nuevo las plumas que volaron con el viento, de la misma manera las mentiras que dijiste volaron de boca en boca y el daño ya es irreparable. No obstante, si de verdad estás arrepentido, lo único que puedes hacer es pedirle perdón de corazón a tu amigo, y confiar en su misericordia, pues no hay otra forma de revertir lo que hiciste...".