lunes, 18 de julio de 2016

Un cuento sobre la constancia

Este cuento que he encontrado tiene una moraleja preciosa: Hay que ser constante hasta el final de nuestras vidas, porque no sabemos lo que el futuro nos tiene deparado. No os adelanto más para no hacer de spoiler. Espero que lo disfrutéis:

Un obrero ya entrado en años pensó que había llegado el momento de retirarse a disfrutar de su pensión de jubilación. Fue a hablar con su jefe y le contó sus planes de dejar el trabajo para llevar una vida más placentera con su esposa y su familia. Sin lugar a dudas iba a perder dinero con esa decisión, pero ganaría en calidad de vida. Lo había hablado con su mujer y ya saldrían adelante como habían hecho en muchas otras ocasiones. Le explicó que durante más de 40 años había trabajado sin desfallecer, siendo un perfecto profesional y poniendo su corazón en lo que hacía. Estaba orgulloso de ello pero ahora le había llegado el momento de disfrutar y no veía la hora de comenzar su nueva vida. 

El jefe se dio cuenta de que era inevitable que su buen empleado -el mejor de la empresa, sin duda- dejara la compañía y le pidió, como favor personal, que hiciera el último esfuerzo: construirle una casa más, una vivienda de lujo a las afueras de la ciudad. El obrero accedió y comenzó su trabajo, pero lo hizo a regañadientes. No contaba con este último trabajo, y no tenía ninguna gana de hacerlo. Además de cobrar por él, en esta ocasión pensó en aprovecharse de esta oportunidad que se le presentaba. Usó materiales de inferior calidad, y su trabajo, lo mismo que el de sus ayudantes, fue muy deficiente. Lo hizo todo rápido y mal, para ganar el mayor dinero posible en el menor tiempo. Era una desafortunada manera de poner punto final a su carrera, pero al menos tendría un beneficio económico que le ayudaría en su nueva vida.

Cuando el albañil terminó el trabajo, el jefe lo acompañó a inspeccionar la casa. Al terminar de verla, le entregó un sobre y le dijo: "Ábrelo, es un regalo para ti".

El albañil comenzó a abrir el sobre con las manos temblorosas. Quizá fuera más dinero como recompensa por tantos años de trabajo...

Pero cuando terminó de abrir el sobre lo que encontró fueron... las llaves de la casa que acaba de construir, la que su jefe le regalaba por tantos años de dedicación y esfuerzo y que él había estropeado con un trabajo chapucero...