Ramos de olivo. Chaquetas y corbatas para ellos. Vestidos y tacones para ellas. Sol. Una puerta que se abre. Cruz de guía. Nazarenos. Palmas. Incienso. Cera. Tambores y Cornetas se oyen a lo lejos. Cáscaras de cacahuetes pisadas al caminar. Un niño pide cera a un penitente. Un monaguillo repeinado reparte estampas y caramelos. Una palmera asoma. Jesús montado en la borriquita nos bendice a todos.Cámaras de fotos ahora sustituidas por Smartphones asoman por doquier. Una saeta. Más penitentes. Ciriales. Una virgen bajo palio llora desconsolada. Candelabros de cola. Cruces. Otra banda.
No cabe duda. Ya es Semana Santa.
Lo que acabo de escribir refleja como vive un Domingo de Ramos cualquier pueblo de Andalucía y gran parte de España de manera popular. Folklore, tradición y religiosidad popular se dan la mano para que a la calle llegue el mensaje que por las mañanas se ha proclamado en las Iglesias: Ha comenzado el recuerdo de la Semana de Pasión, de la Semana Mayor, de aquella en que los cristianos recordamos los fundamentos de nuestra fe. La Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo toman nuestras calles y nuestras almas, incluso de aquellos que el resto del año se olvidan del mensaje religioso.
Es una semana para disfrutar. Y, sobre todo, para rezar.