domingo, 30 de agosto de 2015

Peregrinación a Roma (9)

Santa María in Cosmedin
Enfilábamos los dos últimos días de estancia en Roma con muchas cosas aún por ver. El lunes por la mañana estaba dedicado a la Roma Clásica, por la que habíamos pasado en varias ocasiones pero sin detenernos. La razón era que esa mañana íbamos a comprar la tarjeta Roma Pass, que durante 72 horas permite la entrada gratuita y sin colas a los Foros Romanos, el Coliseo y los Museos Capitolinos, además de transporte gratuito durante ese periodo.Tras el desayuno nos dirigimos hacia la zona 0 del Imperio Romano, aunque por medio había una Iglesia importante que no se podía dejar detrás. Se trata de la situada junto al Tempio di Portuno Santa María in Cosmedin, una pequeña Basílica del S. VI de estilo bizantino que alberga en su pronao una de las joyas ornamentales más peculiares de Roma, la Bocca della Veritá, la máscara de un fauno del siglo I inmortalizada en la célebre película estadounidense "Vacaciones en Roma" (Roman Holiday), de William Wyler.

Bocca della Veritá
Según cuenta la leyenda romana, a aquellos que meten la mano siendo unos mentirosos se les corta dicho miembro en el interior de la Bocca. Según cuenta la leyenda cinematográfica, en la película se iba a rodar un diálogo delante de la Bocca en la que Joe Bradley (Gregory Peck) tenía que contar esa anécdota a la Princesa Anna (Audrey Hepburn). Al terminar la explicación y sacar la mano, Gregory Peck decidió improvisar ocultándose la mano debajo de la manga de la chaqueta, sin que ni el director ni su compañera de reparto supieran nada de esta treta. La escena resultó por ello tan espontánea,  provocando primero el susto y después la risa de Audrey Hepburn, y convirtiéndola de paso en una de las escenas más emotivas y entrañables de la Historia del Cine.

Sinagoga Mayor de Roma
De allí fuimos haciendo el camino del Lungotevere hasta la Sinagoga y el Barrio judío, pasando por el Ponte Fabricio y llegando hasta la Isola Tiberina, una mini-isleta situada en medio del río Tíber. Deshicimos nuestros pasos para volver a la Sinagoga -la más grande de Europa- y el Guetto Judío, el cual  conserva aún múltiples inscripciones de las deportaciones que sufrieron los semitas durante la Segunda Guerra Mundial. Haciendo de nuevo un recordatorio del Séptimo Arte, uno no puede dejar de pensar al recorrer aquellas callejuelas en una de las mejores películas italianas y europeas de todos los tiempos, "La Vida es Bella", que a pesar de estar ambientada en Arezzo recoge todo este drama desde la  genial visión de Roberto Benigni.

Detalle de la Columna Trajana
A través de las ruinas del Teatro Marcello y bordeando Piazza Venezia llegamos a los Foros Trajanos. La Colonna Traiana merecería por sí sola una entrada de post, pero desgraciadamente no tengo tanto espacio. La columna conmemorativa de la guerra contra los Dacios solo puede verse a cierta distancia, lo que impide contemplar en toda su hermosura los magníficos relieves que la adornan. Valga esta foto con todo el zoom disponible para hacerse una idea del contenido de los 18 anillos, en los que se han contado más de 2.500 figuras humanas.

Foros Imperiales
De allí se avanza por la Via de los Foros Imperiales sin saber hacia que lado mirar. A izquierda, según se avanza hacia el Coliseo, los Foros Trajanos. A la derecha, en la misma dirección, los Foros Imperiales. Éstos últimos habían sido gratuitos en todas mis visitas anteriores, pero ahora hay que pasar por caja. Con la tarjeta Roma Pass nos ahorramos las incómodas colas y en un santiamén estábamos en su interior. Allí hicimos el incomodo recorrido que permite la antigua Calzada Romana: el Tabularium, el Arco de Septimio Severo, el Templo de Saturno, la Curia, el Altar de César (donde fue depositado y honrado su cadáver), la Basílica de Majencio y el Arco de Tito, conmemorativo de la destrucción de Jerusalén en el año 70 profetizada por Jesucristo décadas antes y el Arco de Constantino, al exterior de los Foros.

Cruz en el Coliseo
A la salida de los Foros repetimos la operación, saltándonos la interminable cola de entrada al Coliseo y entrando directamente a su interior. Poco ha cambiado desde mis anteriores estancias, a pesar de las continuas promesas de restauración del hipogeo que nunca se producen. Solo una pequeña porción ha sido restaurada, y me temo que no será hasta dentro de varias generaciones cuando al igual que la Domus Aurea el Anfiteatro Flavio pueda ser admirado en todo su esplendor, tal y como se reconstruyó por ordenador para la película Gladiator. Desde el año 2000, una inmensa cruz recuerda el lugar de martirio de miles de cristianos, en la cual da comienzo el Via Crucis que todos los Viernes Santo el Papa preside en su interior.


Cartel de la Ópera
Al salir del Coliseo, el calzado de Patricia decidió que ya había realizado demasiados kilómetros en Roma, lo que precipitó nuestra vuelta al Hotel a buscar recambio. De paso repusimos fuerzas a base de pizza al taglio y nos fuimos preparando para otro de los momentos estrella del viaje, la ópera "La Bohème"  de Puccini, interpretada al aire libre en las Termas de Caracalla. A pesar de que ya he estado en varias óperas en el Teatro Villamarta, era mi primera experiencia en Roma y esperaba la llegada de este momento con gran ilusión. Las entradas las habíamos comprado también desde España, por lo que pudimos descansar un poco y arreglarnos como la ocasión se merecía. Por una vez nos deshicimos de la ropa cómoda para ponernos otra más apropiada para el evento.

Circo Máximo
Antes de llegar al Teatro hicimos una pequeña parada en el Circo Massimo, el lugar de las carreras de carros de la ciudad situada a la espalda de los Foros Imperiales. Poco hay aquí que ver, salvo forzar la imaginación de nuevo y ayudados una vez más de la cinematografía pensar que en el rodaje de la película Ben Hur este lugar logró recuperar todo su esplendor y ambientación para la mítica carrera de cuádrigas. De momento es solo un descampado a la espera de que vengan tiempos mejores y alguna fuente de financiación adecente el que fue uno de los lugares más representativos del ocio en el Imperio Romano.

Momentos previos a la Ópera
La ópera no defraudó. La noche de luna llena, la ambientación al aire libre, las ruinas de las Termas de Caracalla y una perfecta audición convirtieron la obra en un derroche para los sentidos. El impacto emocional volvía a aparecer como en tantos otros momentos del viaje, convirtiendo cada instante en mágico e inolvidable. Eso sí, lo tarde del evento y la duración del mismo hicieron que tuviéramos que volver al Hotel en taxi. Afortunadamente la empresa organizadora del evento se asegura que todos los taxis que recogen a los asistentes en la obra sean oficiales y no se cuele ningún pirata abusivo, lo cual es de agradecer. Buen detalle.

Saludo final del elenco
Llegados a las inmediaciones del Hotel, y dado que prácticamente todo estaba cerrado, nos tuvimos que conformar con las provisiones que teníamos en nuestra habitación y un helado en las inmediaciones. Con ello concluía nuestra penúltima jornada en Roma y nos preparábamos para afrontar el esprint final del viaje.

Sí, era triste, pero se acercaba el final...

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