miércoles, 29 de abril de 2009

El apego a lo material

En esta sociedad tan materialista en la que vivimos, todos corremos el riesgo de darle importancia a lo que realmente no lo tiene. Todos tenemos objetos y cosas materiales a los que apegamos nuestro corazón y de lo que nos resultaría difícil desprendernos. Siendo conscientes de esas limitaciones, de las constantes llamadas al consumismo y al gasto exacerbado que recibimos cotidianamente, creo que nos viene bien a todos esta pequeña historia que me han mandado por powerpoint.

"Se cuenta que en el siglo pasado, un turista americano fue a la ciudad de El Cairo, en Egipto, con la finalidad de visitar a un famoso sabio. El turista se sorprendió al ver que el sabio vivía en un cuartito muy simple y lleno únicamente de libros. Las únicas piezas de mobiliario eran una cama, una mesa y un banco.
- ¿Dónde están sus muebles? -preguntó el turista.
- ¿Y dónde están los suyos...? -respondió rápidamente el sabio
- ¿Los míos? -se sorprendió el turista- ...¡Pero si yo estoy aquí solamente de paso!-
- Yo también... -concluyó el sabio-. La vida en la tierra es solamente temporal... Sin embargo, algunos viven acaparando como si fueran a quedarse aquí eternamente."

miércoles, 22 de abril de 2009

Reflexiones al pie de una cama

Ayer por la tarde me llamaron para ir a llevarle la comunión a una anciana. Así que esta mañana cogí mi motito y me presente en su casa a las 11:30 de la mañana. Al llegar me condujeron a su habitación, donde Concha, que así se llama, pasa la mayor parte del día tumbada en su cama. A sus 92 años, Concha conserva una lucidez admirable. Es capaz de conversar durante todo el rato que se precise, con una coherencia y un orden lógico para engarzar ideas que ya quisiera yo para mí cuando alcance la mitad de su venerable edad. Hablamos de muchas cosas, de la familia, de la salud, de la comida, el sueño, de su vida pasada, de su distracción diaria -el crochet- y de lo que quería compartir hoy con vosotros: de la muerte.
Me resultó admirable ver como Concha tiene asumido que está viviendo sus últimos días. No padece ninguna enfermedad grave, pero su avanzada edad le hace ercibir que esta viviendo la "prórroga" de su existencia. Lejos de una postura miedosa o angustiada, plantea el fin de su vida como un necesario e inevitable descanso y con la esperanza de otra vida. Si pudiera, me la llevaría al púlpito este domingo para hablar de la resurrección desde la alegría y la fe. En un momento dado, con la mirada fija en el infinito y como quien habla con alguien y a la vez se habla a sí mismo me dijo:

"No quedan ya amigas de mi generación. Las he visto morir a todas, así que ya no me queda nadie de mi época. Pero no le tengo miedo a la muerte. Siempre que he visto morir a alguien, -y ya van bastantes-, he visto la paz en su rostro. Al morir no se sufre, sino que se encuentra la paz."

Vaya lección de filosofía, de teología y de ética la que me regaló Concha esta mañana. Y no es la primera. Cada vez que visito a un enfermo recibo mucho más de lo que humildemente intento transmitir. La enfermedad y la ancianidad curten, hacen madurar a las personas y conceden una sabiduría que no existe ni en las mejores bibliotecas del mundo.

Hoy le pido al Señor por Concha, pero le pido también por mí, por vosotros, para que cuando nos llegue el momento de dejar este mundo lo hagamos con la consciencia y la serenidad que me ha demostrado hoy esta bendita mujer.

miércoles, 15 de abril de 2009

¡Feliz Pascua de Resurrección!

Queridos amigos y amigas: ¡El Señor ha resucitado!

Sí, lo sé, lo hemos escuchado tantas veces que ya nos suena a pura rutina y no nos conmueve lo más mínimo... y sin embargo es la mejor noticia y la más sorprendente que vayan a darnos nunca en nuestras vidas... Vaya paradoja. Nada puede llenar tanto nuestra existencia como saber que Cristo ha vencido a la muerte y ha franqueado esa barrera imposible de superar para el hombre. Este es el centro de nuestra fe, como dice San Pablo, "Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe" (I Co 15,14)

Y como este misterio es nuevo pero a la vez tiene 2.000 años, os dejo hoy un precioso y exquisito texto de San Gregorio Nacianceno, teólogo del Siglo IV, que refleja la frescura de la resurrección y la entrega de nuestro ser a Dios.


Ayer, yo estaba crucificado con Cristo; hoy, estoy glorioso con Él. 
Ayer, moría con Cristo; Hoy revivo con Él.
Ayer, estaba sepultado con Cristo; hoy salgo con Él de la tumba.
Llevemos pues nuestras primicias al que ha sufrido y resucitado por nosotros.
¿Creéis vosotros que aquí hablo de oro, de plata, de tejidos o piedras preciosas?
¡Fútiles bienes los de la tierra! No salen del suelo más que para caer casi siempre en manos de los malvados, esclavos de aquí abajo y del príncipe del mundo.
Ofrezcamos pues, nuestras propias personas: es el presente más precioso a los ojos de Dios y el más próximo a Él.
Demos a su imagen lo que más se le parece.
Reconozcamos nuestra grandeza, honremos nuestro modelo, comprendamos la fuerza de este misterio y las razones de la muerte de Cristo.
Seamos como Cristo, ya que Cristo ha sido uno como nosotros. 
Seamos dioses para Él, ya que Él se ha hecho hombre para nosotros.
El ha tomado lo peor para darnos lo mejor;
Se ha hecho pobre para enriquecernos con su pobreza;
Ha tomado la condición de esclavo para procurarnos la libertad;
Se ha bajado para exaltarnos;
Ha sido tentado para vernos triunfar;
Se ha hechos despreciar para cubrirnos de Gloria.
Ha muerto para salvarnos.
Ha subido al cielo para atraernos hacia sí y esto a nosotros que habíamos rodado por el abismo del pecado.
Demos todo, ofrezcamos todo al que se ha dado como precio, como rescate. 
Nada daremos tan grande como nosotros mismos, si hemos comprendido estos misterios y nos hemos hecho por Él todo lo que Él se ha hecho por nosotros. 


Gregorio Nacianceno, Sermón I sobre la Pascua, 4,5

miércoles, 8 de abril de 2009

Más liado que la pata de un romano

Aprovecho este viejo refrán para contaros como estoy últimamente. Seguro que habéis visto estos días algun romano procesionando en uno de nuestos hermosos pasos con su pierna bien reliadita... Pues así estoy yo. Al trajín habitual de la Semana Santa para un sacerdote se ha unido una operación quirúrgica a mi padre de una hernia el mismo Martes Santo. Gracias a Dios y al Dr. Kowalowski (Pues sí, un polaco en Jerez...) todo ha ido muy bien. La intervención fue exitosa e incluso esta mañana le han dado el alta, así es que me reincorporo a toda prisa a mis quehaceres pastorales en Arcos y a la preparación del Triduo Pascual. Espero después de Semana Santa estar más centradito con el blog y meditar juntos estos días tan importantes para el cristiano.

Pero bueno, tampoco os quiero dejar tan de vacío... Os dejo una de las frases más ingeniosas que he escuchado últimamente y que en estos tiempos ajetreados vienen mejor que nunca:

"Nunca le digas a Dios que tienes un gran problema, mejor dile a tu problema que tienes un gran Dios".

Sinceramente creo que es tan buena y tan expresiva que deberíamos enmarcarla en frente de nuestra cama y repetirla al levantarnos y al acostarnos.

Bueno, ¡Feliz Semana Santa y Feliz Pascua a todos/as!

miércoles, 1 de abril de 2009

La zanahoria, el huevo y el café

La Semana Santa está ya a las puertas. Eso significa vacaciones para muchos, pero para nosotros los sacerdotes supone trabajo extra, así que menos tiempo para mi blog... Esta semana espero que os conforméis con esta historia que me ha dado que pensar y que espero que os ayude también a vosotros.

"Una hija se quejaba a su padre acerca de su mala suerte y cómo la vida le resultaba tan difícil. No sabía cómo hacer para seguir adelante y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro.


Su padre, chef de profesión, la llevó a su lugar de trabajo. Allí llenó tres recipientes con agua y los colocó sobre fuego. Pronto el agua de cada uno estaba hirviendo. En uno colocó zanahorias, en otro huevos y en el último puso granos de café. Los dejó hervir sin decir palabra.

La hija esperó impacientemente, preguntándose qué estaría haciendo su padre. A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón. Sacó los huevos y los colocó en otro plato. Finalmente, coló el café.


Entonces, mirando a su hija le dijo: "Querida, ¿qué ves?"

-"Zanahorias, huevos y café", fue su respuesta.


La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias. Ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Luego de sacarle la cáscara, observó el huevo duro. Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma. Humildemente la hija preguntó: "¿Qué significa esto, papá?"

El le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: agua hirviendo. Pero habían reaccionado en forma muy diferente. La zanahoria llegó al agua fuerte, dura; pero después de pasar por el agua hirviendo se había vuelto débil, fácil de deshacer. El huevo había llegado al agua frágil, su cáscara fina protegía su interior líquido; pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido. El café sin embargo era único; después de estar en agua hirviendo, habían cambiado al agua.

"¿Cual eres tú?", le preguntó a su hija. "Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes?:


¿Eres como una zanahoria que parece fuerte pero que cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza?


¿Eres más bien como un huevo, que comienza con un corazón tierno pero después de una muerte, una separación, o un despido... te has vuelto dura, rígida e insensible?

¿O eres como el café? El café cambia al agua hirviendo, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición el café alcanza su mejor sabor. Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen peor, tú reaccionas dando el máximo de ti mismo y haces que las cosas a tu alrededor mejoren."