Hoy voy a dar un triple salto mortal. Vamos a volver, como hace unos meses, a buscar analogías entre el fútbol y la vida espiritual, que como ya sabéis, son dos de mis grandes pasiones en la vida.
Algunos me tildarán de oportunista, incluso de resentido, pero quiero en estas líneas protestar pacíficamente contra la última injusticia futbolística que hemos sufrido este año. Ya el verano pasado, la selección italiana ganó el mundial con un juego mediocre, y este año, el Milán se ha llevado una pobre champions y el “italianizado” Real Madrid, con un estilo resultadista y a la defensiva, se ha llevado la liga española en los últimos minutos. Los ingredientes de los tres equipos se saben desde que el fútbol es fútbol: Un gran portero, una defensa sólida, bien encerraditos y a la primera oportunidad (a veces la única) meterla dentro. En la liga poco importó que el Barcelona haya marcado 15 goles más. Ha vuelto a triunfar el fútbol práctico y efectivo frente a la belleza de un juego espectacular. En una encuesta realizada por Marca hace un par de días en Internet, el 61% de los aficionados quieren que siga Capello. Un título hace olvidar la precariedad de ese equipo que ha mezclado agresividad, mentalidad y algo de fortuna, pero siempre desde el aburrimiento extremo. No hay ningún Messi, ningún Ronaldinho, ningún Xavi, ningún Iniesta… El bueno de Guti (lo más cercano…) se cansaba en el banquillo de ver trotar a Emerson y Diarrá. Capello disfrutaba con Beckham y Reyes en la grada. Los resultados le iban dando la razón, pese a quien nos pese…
Ahora damos el salto a la espiritualidad, que no solo de fútbol vive el hombre. ¿Qué importa más en nuestra sociedad, el éxito o la felicidad?, Mucho me temo que todos nos apuntaríamos a la segunda, pero lo cierto es que a nuestro alrededor prima mucho más lo primero. Es más, se nos hace creer que sólo se alcanza la felicidad a través del éxito material. Gran mentira. Parece que sólo son felices los ricos, y como prototipo se nos presentan a los famosos que pasean sus culos de canal en canal buscando unos milloncejos para seguir manteniendo sus elevados trenes de vida. Parece no importar como han llegado a la fama, lo único que importa es que están ahí, y (aparentemente) son felices. Decía Maquiavelo que "El fin justifica los medios", y esa es la ley que hoy prima. Para los cristianos la realidad es otra: sólo con medios lícitos está permitido llegar a fines buenos para el hombre. Pero la realidad hoy es distinta, la conciencia no importa, la honradez y el sentido de justicia tampoco. Sólo importa ganar, sea como sea. Es la dura ley del resultado. El “joga bonito” de los brasileños queda sólo para los anuncios de ropa deportiva. Lo que todo el mundo quiere es ganar de la manera que sea. Pegar un pelotazo urbanístico y mirar para otro lado. Ese parece ser el objetivo de una vida feliz. En nuestra sociedad se busca el éxito, aunque sea sacrificando el “espectáculo” de una vida verdadera, bella y justa. Platón decía que estos tres conceptos dan la felicidad al hombre. Si levantara la cabeza vería que hoy han sido sustituidos por apariencia, placer y éxito. Únicamente el dinero proporciona el camino hacia estos nuevos dioses. La conciencia debe ser silenciada y la religión suprimida. Ambas son peligrosas y por ello deben ser suplantadas por una educación para la ciudadanía (donde se inculcarán subliminalmente esos antivalores…). Ese es otro tema que hoy solo menciono de pasada.
Dentro de cinco años nadie recordará que el Barcelona jugaba mejor que el Madrid. El campeón de la liga 2006-07 será el equipo merengue y así lo reflejarán los libros. Pero la realidad fue otra. El fútbol no es justo, la vida tampoco. Por eso es necesaria la conciencia y la religión, para mantener la esperanza aún cuando las cosas no vayan como debieran ir. Dios un día hará justicia infinita. De eso no cabe duda